Hola,
Hace unos años (no tantos), decidimos celebrar en Toledo la despedida de soltero de un amigo.
Era una especie de salida nostálgica porque Toledo fue el primer “viaje” que hicimos juntos cuando nos sacamos el carnet en el único coche que teníamos: un Seat Fura de no se sabe muy bien qué año.
Y allí nos plantamos la alineación original de aquel eventazo: el novio, otro amigo y un servidor que te envía emails todos los días.
Sí, solo somos tres. No echamos en falta a nadie.
Toledo, como no podía ser de otra forma, seguía igual que siempre. Vas por una calle y siempre es cuesta arriba… incluso cuando haces el camino de vuelta por la misma calle.
Todo marchaba como la seda hasta que tuvimos que decidir dónde cenar.
“Aquí [en Internet] dice que hay una terraza que está muy bien”. Y allá que fuimos.
Esta fue la primera evidencia de prueba social que encontramos.
El panorama que encontramos era el siguiente: teníamos (mucha) hambre, una terraza llena de gente comiéndose nuestras raciones y bebiéndose nuestra cerveza y una lista de espera tan numerosa como la gente que ya había en la terraza.
No sé si he mencionado que teníamos (mucha) hambre.
“Pues tiene que estar realmente bien. Hoy cenamos a la hora del desayuno”.
Esta fue la segunda evidencia de prueba social que nos encontramos.
Pero parecía que la suerte estaba de nuestra parte. Justo al lado de este mesón de éxito había otro con la terraza literalmente vacía. Cuando digo que estaba al lado es que las mesas de la terraza se confundían entre las dos terrazas. Por esto reconocimos inmediatamente al dueño: era el tipo que vigilaba con desagrado que nadie que quisiera consumir en la terraza de éxito utilizara sus mesas.
Te resumo el panorama: hambre (mucha); a la izquierda, una terraza repleta de la que salían unas raciones con una pinta estupenda y una lista de espera de varias horas; a la derecha, el mesón vecino del dueño desagradable con todas las mesas de la terraza a nuestra disposición.
Esta fue la tercera evidencia de prueba social que nos encontramos.
Seguramente tú hubieras hecho lo que hace el 90% de la gente que se encuentra ante una prueba social: hubieras esperado para comer en la terraza que estaba llena.
Nosotros no.
Error.
Lo que conseguimos fue un antro de trato desagradable, con tapas grasientas, cerveza mal tirada… y vistas a lo bien que estaban cenando los que habían tenido más paciencia que nosotros en la terraza de al lado.
Y seguir con hambre.
No hicimos caso de las señales.
Lo que sí hago es explicar cómo utilizar la prueba social en tus emails para conseguir vender.
Un abrazo,
Paco Vargas
Email Marketing & Automatización
PD. Aunque la experiencia gastronómica fue una basura, también hay una lección en la gestión empresarial del mesón al que no iba nadie. Sólo para gente despierta 😉
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